Los apóstoles Pedro y Judas no hubieran hecho postmodernistas buenos. Ellos insisten que hay tal cosa como un absoluto, una verdad no negociable, además de error y decepción. Ellos hablan de falsas doctrinas y aquellos que las ensenan como si ellos realmente creen que la eternidad se sostiene en balance y que Dios, lejos de encojar sus hombres como un buen relativista, toma los asuntos de la verdad y la autoridad espiritual muy seriamente. Hoy día, el lenguaje ardiente e impenitente de 2da. de Pedro y Judas puede abrir nuestros ojos a verdades espirituales extremas. Como otros muy pocos escritos apostólicos, estas dos cartas nos sacuden para despertarnos a la necesidad de abrazar el verdadero evangelio y trasmitirlo sin distorsionarlo. El mensaje es tan contracultural como es posible, y profundamente oportuno.
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