David era sólo un adolescente, y ya se encaminaba hacia la grandeza. Aunque en su camino hubo soledad, tragedia y desilusiones, también hubo alturas sublimes que pocos han alcanzado desde entonces. Su meta era Dios. Aun hoy, su vida es de ánimo e inspiración. Los jóvenes que consideran las pisadas de David se sienten atraídos por él y quieren seguir su ejemplo.
La vida de David habla con poder al mundo de hoy, que debe enfrentarse a presiones morales casi intolerables y a implacables ataques en el aspecto familiar. Por ello, esta generación debe saber que hay una fórmula para la victoria. Los principios practicados por David pueden ser nuestras armas para la lucha.
Hay enseñanza tanto en los triunfos de David como en sus fracasos. La lección para el presente es que nosotros también podemos ser hombres y mujeres conformes al corazón de Dios.
0
0 opiniones