Al vislumbrar los acontecimientos contemporáneos en el ámbito
político, económico, social y espiritual, podemos fácilmente llenarnos de
confusión. Los acontecimientos mundiales, los desastres naturales, la
corrupción política y moral parecen estar empeorando y muchos han
perdido la esperanza, el ánimo o la voluntad para cambiar las cosas.
Muchos cristianos han abandonado por completo los esfuerzos y se han
resignado a que todo siga su curso hasta la venida del Señor.
Es necesario obtener un nuevo parámetro de conocimiento que nos
ayude a establecer estrategias para producir cambios en el futuro, para lo
cual indefectiblemente es necesario conocer el pasado y el presente.
Esto nos permitirá ver las cosas del mundo en que vivimos como verdaderamente son en el ámbito espiritual y no como aparentan ser en el ámbito natural.
Lo que sucede en el ámbito espiritual se manifiesta o puede ser comprendido por lo que podemos ver sucedien do sucede en el
ámbito natural.
Al pelear la guerra espiritual, hacemos efectiva la obra del Calvario sobre nosotros, nuestras familias, nuestras iglesias, nuestras ciudades y nuestras naciones. Y esa es nuestra ineludible misión.
Vivimos en una era muy dificil. Para alcanzar la victoria, debemos formar una generación audaz que no ceda ante las terribles presiones del enemigo.
Recordemos que cada época de la historia ha presentado diferentes retos a la Iglesia de Jesucristo. El reto de esta época es derribar las fortalezas de las tinieblas.
Para eso, Dios está levantando «iglesias territoriales» que se enfrenten contra las potestades espirituales que dominan los territorios y las derroten.
La presente es una guerra espiritual territorial, en la que conquistamos palmo a palmo el campamento enemigo para liberar a los cautivos y destruir las obras del diablo.
Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor (Hechos
19.20).
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