Dios es amor. Loco, incesante y todopoderoso amor.
¿Alguna vez se ha preguntado si es que no lo estamos captando?
Si lo piensa bien, eso es una locura. El Dios del universo - el Creador del nitrógeno, las hojas de pino, las galaxias y el Mi menor - nos ama con un amor radical, incondicional y autosacrificado. ¿Y cuál es nuestra típica respuesta? Vamos a la iglesia, cantamos las canciones y tratamos de no decir malas palabras.
Ya sea que lo haya verbalizado o no, todos sabemos que algo anda mal. ¿Hay algo en lo profundo de su corazón que añora salir del statu quo? ¿Tiene hambre por una fe verdadera que enfrenta los problemas del mundo con soluciones tangibles y hasta radicales? Dios lo está llamando a tener una relación apasionada con Él. Ya que la respuesta a la complacencia religiosa no está funcionando con una lista de qué hacer y qué no, la solución es enamorarse de Dios. Y una vez tenga un encuentro con su amor, como lo descibe Francis, nunca será igual.
Porque cuando está locamente enamorado de alguien, eso cambia todo.
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