Mujeres buenas con conductas malas.
Una jefa infame, una empleada insolente, una madre manipuladora, una esposa desesperada, una hermana celosa... ¡Claro que conocemos a estas mujeres! Vivimos con ellas, trabajamos con ellas o quizá hasta las vemos pasar por nuestros espejos.
Consideramos ahora a sus pares de la antigüedad, tal como aparecen en las Escrituras: Sara, que maltrató a su criada; Agar, despreciada por su dueña; Rebeca, la madre que manipulaba a sus hijos; Lea, quien se quedó con el esposo de su hermana; y Raquel, celosa de su hermana porque podía tener hijos.
No fueron mujeres malas, pero distaban mucho de ser perfectas. Aunque, en general, fueron mujeres buenas, tuvieron también algunas imperfecciones que nos permiten calificarlas como mujeres malas. En otras palabras, nuestras primeras madres se parecieron mucho a nosotras.
La definicion de una mujer lijeramente mala es sencilla: una mujer que no está dispuesta a someterse a la voluntad de Dios. Lo amamos, lo servimos, lo adoramos, pero no obstante, tenemos dificultad para confiar en Él plenamente, para aceptar su plan para nuestra vida, para entregarnos a Él y descansar en su señorío.
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