Érase una vez un sencillo maestro que tenía acceso absoluto a la información del pasado, el presente y el futuro. Conocía el valor del dinero. Sus palabras estaban llenas de sabiduría, que gracias a una inmensa red de contactos por generaciones, se convirtió en sabiduría milenaria Bíblica. Su ilimitado concepto del amor desplegaba una inteligencia emocional irresistible ante niños, mujeres y hombres; plebeyos y reyes; ricos y pobres. Algunos empezaron odiándole. Todos terminaron amándole. Ejercía como nadie el poder de la fe porque perseguía un sueño supremo: verte triunfar con el mayor poder del mundo.
Cuando el descubrimiento espiritual sorprende al desarrollo personal...
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