El nombre de Ezequiel significa "Dios fortalece". Cada vez que se mencionaba el nombre del profeta, se aseguraba al pueblo de Dios que recibiría su ayuda y se le recordaba su promesa de vendar "la perniquebrada" y fortalecer "la débil".
Ezequiel vivió en tiempos de grandes convulsiones políticas y presenció el derrumbamiento final de Judá ante el imperio babilónico. Su disposición absoluta e incondicional a hacer la voluntad de Dios - a menudo a un elevado precio para sí mismo - durante los largos años de su fiel ministerio en el exilio es un ejemplo resplandeciente para los obreros cristianos en todas partes.
El mensaje de Ezequiel habla de la fidelidad de Dios a su pacto, tanto en la ejecución del juicio sobre el pecado como en la bendición y restauración de un remanente por medio de la venida de Jesucristo el Mesías. La visión final del Profeta anticipa tiempos de gran bendición que comprenden no sólo la restauración del exilio, sino las bendiciones de un nuevo pacto y la gloria final del Cielo.
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