Al ser agradecidas a Dios y a los demás, la amargura y el egoísmo son reemplazados por la alegría y la humilde comprensión de lo poco que merecemos en realidad.
En las páginas de este libro, Nancy nos motiva a ser agradecidas; primero y principalmente, porque es la respuesta adecuada a un Dios bueno y misericordioso que nos ha hecho libres de nuestra culpa. Pero, aunque sea desde el punto de vista del interés personal, ser agradecido parece lógico.
En gran medida, nuestro bienestar emocional, mental, físico y espiritual, así como la solidez y estabilidad de nuestras relaciones con los demás, se determinará por el grado de nuestra gratitud. Cultivar un corazón agradecido es un bastión contra la amargura, la irritabilidad y la antipatía. Una hija de Dios que es agradecida no puede dejar de ser una persona gozosa, apacible y animada.
Nancy nos enseña que la gratitud no es simplemente una virtud secundaria en la vida cristiana; es algo vital. Y es transformacional. Ella reafirma que un espíritu agradecido, enraizado en el fundamento de la bondad y la gracia de Dios, causará un efecto radical en la manera de ver y responder ante todo en la vida.
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