El autor, como tantos otros científicos cristianos actuales, católicos y protestantes, es fruto directo de su trabajo, de su tenacidad y de su fe inquebrantable en un Dios Creador.
¡Cuánto han cambiado las cosas! A lo largo del siglo XX, la ciencia ha hecho descubrimientos espectaculares. Y todos ellos confluyen ahora en un punto: la necesidad de recurrir a la idea de un designio inteligente para explicar la creciente complejidad del universo.
La física ha demostrado que el cosmos tuvo un principio, que el uni- verso es mucho mayor, más complejo y más maravilloso de lo que en principio se intuía. Y que el ajuste de los mecanismos que lo gobiernan, el llamado principio antrópico, resulta muy difícil de explicar sin recurrir a un designio inteligente. La Biblia adquiere así vigencia. Génesis 1 recupera el sentido y la credibilidad científica.
La biología ha penetrado en el interior de la célula, desentrañando los misterios del gen y descubriendo que lo que Darwin creía el punto y final en la cadena evolutiva encierra en su interior un universo tanto o más complejo y maravilloso que el universo exterior. Los mecanismos irreductiblemente complejos han puesto en tela de juicio el desarrollo evolutivo a través de mutaciones aleatorias y el origen de la vida sigue siendo inexplicable sin recurrir a un designio inteligente.
La neurología, a través de investigaciones como las llevadas a cabo por Andrew Newberg en la Universidad de Pennsylvania sobre el comportamiento del cerebro humano en relación a la espiritualidad, está descubriendo que las conclusiones de Sigmund Freud, al afirmar que: “La religión es un espejismo”4 , eran precipitadas y reduccionistas, y que la teoría de una inmensa computadora desligada de todo elemento trascendente resulta insuficiente a la hora explicar la complejidad y la peculiaridad de la conciencia humana.
4 New Introductory Lectures on Psychoanalysis, Sigmund Freud, (1932).
Se está invirtiendo el proceso. Si bien a principios del siglo XX era casi obligatorio, por razones de prestigio, que un científico negara la existencia de Dios, a principios del siglo XXI, es cada vez mayor el número de investigadores que reconocen la aparición de una nueva cosmovisión científica que, por darle un nombre, podríamos bien calificar como postevolucionista. En este sentido, Paul Davies, el famoso profesor inglés de física teórica, refiriéndose a las implicaciones de las teorías cuántica y de la relatividad, escribió en el prefacio de su libro Dios y la nueva física5 :
“Los físicos han comenzado a darse cuenta de que sus descubrimientos exigen una reformulación radical de la mayor parte de los aspectos fundamentales de la realidad. Y están enfocando sus temas de un modo totalmente nuevo e inesperado, que parece alcanzar un elevado sentido común y acercarse más al misticismo que al materialismo.”
No vamos a negar que la mayor parte del estamento científico continúa todavía declarándose agnóstico cuando no abiertamente ateo. Pero la situación es ahora muy distinta. El balón está en su campo. De modo que si bien antaño eran los apologistas cristianos los que tenían que esforzarse en argumentar la existencia de un Creador, hoy son algunos científicos ateos los que investigan febrilmente intentando apartarle de la escena. Hace unos años, creer en Dios requería un salto de fe; ahora cada vez hace falta más fe para seguir negando su existencia.
No debería extrañarnos, por tanto, el empeño de algunos científicos, como el físico Stephen Hawking, en tratar de probar contra toda evidencia y recurriendo a números imaginarios6 que el universo es eterno; o los trabajos de investigación del físico molecular Dean Hammer en torno al VMAT2, el llamado gen de la espiritualidad o el gen de Dios , abriendo con ello de nuevo el viejo debate sobre si Dios es el producto de una necesidad evolutiva o una realidad trascendente esculpida en el genoma por la mano de su propio Diseñador. El autor de Eclesiastés ya zanjó este debate varios siglos antes de Cristo cuan- do escribió afirmando, con respecto a los hombres, que el Creador “puso eternidad en el corazón de ellos” (3:11). Y como tan acertadamente concluye Jeffey Kluger , al científico del siglo XXI le basta con sustituir aquí el término “eternidad” por “gen” para encontrarse de bruces, frente a frente, con la realidad incuestionable del Dios Creador.
5 Dios y la nueva física, Paul Davies, Salvat Editores, Barcelona (1990).
6 El universo en una cáscara de nuez, Stephen Hawking , Editorial Crítica (2002).
En este contexto, es imprescindible que la comunidad cristiana, y en especial las jóvenes generaciones, estén debidamente informadas y dispongan de una literatura cristiana a la altura de las circunstancias. La obra del Dr. Cruz viene a llenar un vacío importante en este sentido y la Editorial CLIE, fiel al espíritu y al lema de su fundador de que “una fe razonada hace una fe firme”, se siente privilegiada de publicarla y hacerla accesible.
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