Estas mujeres, además de su humanidad, tienen en común un lugar de encuentro, el pozo de Jacob, en cuyas aguas se reflejan sus perfiles que ella tan finamente nos bosqueja para bendición de otras mujeres y de los hombres que nos acercamos a él y convivimos con ellas. Se trata de mujeres de carne y hueso, con sus luces y sus sombras, con sus tristezas y sus alegrías, con sus vivencias personales y colectivas, sujetas al amor y al desamor, a la intriga y al miedo, a los desafíos de la vida, a la fe, a la misma supervivencia en un mundo hostil modelado por los hombres... Precisamente por eso, estas mujeres son tan parecidas a las de nuestro propio tiempo y entorno, con las que tantas se pueden identificar, sentir como ellas, aprender de ellas, evitar sus errores y experimentar sus mismo éxitos. Por este motivo la narración, más que en pasado, se desarrolla en presente, como si fueran hechos actuales y no pretéritos. Los personajes están vivos, existen hoy.
¿Y nosotros los hombres, qué papel representamos en todo esto frente a un libro como este, aparentemente dedicado a las mujeres= pues yo creo que no nos viene nada mal aprender un poco más de las profundidades insondables del alma femenina; al fin y al cabo las mujeres son la mitad de la humanidad.
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