La cultura postmoderna es una cultura fragmentada. No reconoce una verdad absoluta ni valores absolutos. Todas las ideas y formas de pensar se consideran igualmente válidas y legítimas. En este rincón están los que creen X y en aquella esquina los que creen Y. Algo que ha penetrado con fuerza en la Iglesia cristiana, que se ha acomodado muy bien a esta realidad fragmentada.
Las iglesias evangélicas, particularmente susceptibles al impacto de la postmodernidad, han abandonado su tarea histórica de ser contracultura, respuesta y alternativa a la cultura imperante, conformándose en ser subcultura, un fragmento más, una opción más en el supermercado actual de filosofías sectas y religiones.
Aunque rechazan el relativismo y se jactan de creer todavía en una verdad absoluta y proclamar unos valores absolutos, en muchas iglesias –justamente las que más crecen y más visibilidad tienen dentro de la sociedad– la exposición de la Palabra ha dejado de ocupar un lugar central, y las visiones del pastor y de otros son vistas y adoptadas como palabra de Dios para el momento actual. Sin memoria de sus propias raíces, viven sumidas en una permanente crisis de identidad . Sacrifican la teología a favor de la práctica, y el resultado es la pérdida de los distintivos denominacionales y la proliferación de iglesias independientes, vulnerables a las olas, modas y herejías que nos llegan de la globalización por la acogida de nuevos estilos exegéticos.
Theo Donner, sostiene en éste libro, que el problema surge de la ausencia de una auténtica cosmovisión cristiana, lo que hace que se adopte la cosmovisión dominante. Y se pregunta: ¿Cómo presentar, a partir de la fe cristiana, una visión de la sociedad, de la política, de la economía y de todas las áreas de acción y reflexión humana, distinta a la imperante, que permita a los cristianos del Siglo XXI relacionar su profesión, su formación universitaria y todo su trasfondo cultural con sus creencias?
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