El libro de los Salmos, antología de cánticos para beneficio del pueblo de Dios, comienza y acaba con una nota engañosamente sencilla. En el primero de los salmos, los buenos prosperan y los malvados perecen- y todo parece resolverse en la forma adecuada. El último de ellos marca, de hecho, la pauta a seguir: “Alabad al Señor”- porque todo va a ir bien.
Michael Wilcock se hace eco, en cambio, del lector que se cuestiona, perplejo, pero ¿eso es verdaderamente así? Los Salmos, en su conjunto, cumplen el cometido de proporcionar contexto y desarrollo, con su correspondiente carga de dramatismo, a los muchos interrogantes que nos planteamos y que ahí también se plantean: los conflictos, las cargas, los misterios, los sufrimientos que el pueblo de Dios padeció y sigue padeciendo hoy día en medio de la aventura de la fe.
El autor ha asumido la tarea de analizar los Salmos uno por uno, los breves y los extensos, los populares y los menos conocidos, mostrándonos su función y su auténtico significado. En este volumen, figuran los Salmos 73-150.
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