Michael Wilcock ve Crónicas en primer lugar, y por encima de todo, como un sermón; su objetivo: fomentar una relación adecuada entre Dios y su pueblo. El Cronista constata en los registros de Israel la grandiosa impronta de la mano de Dios actuando en la historia. El amor, la misericordia y al fidelidad del Señor es constante en todo momento. Con buen juicio, el Cronista primero selecciona y después proclama la realidad de esa intervención, confirmada por los excepcionales hechos de la historia viva de una nación.
Una vez entendido ese propósito, el libro cobra vida propia. Y puede sin duda entenderse como una mirada retrospectiva, vibrante y definitiva, a la totalidad del Antiguo Testamento. Visto así, Crónicas comparte la fuerza, la singularidad, y el dramatismo del último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis.
Michael Wilcock ve en lo innumerables personajes, citados con sus correspondiente nombre y referencia, la realidad del pueblo de Dios viviente. Y, como texto revelado, hace que cobren vida las verdades por las que habrá de regirse, a través de los tiempos, el auténtico pueblo de Dios.
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