Nunca hace nada el Señor sin revelarlo a sus siervos los profetas.
¿Quién no tiembla de miedo si el león ruge?
¿Quién no habla en nombre del Señor si él lo ordena?
Así dice el Señor:
“Los de Israel han cometido tanta maldades que no dejaré de castigarlos; pues venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias. Oprimen y humillan a los pobres, y se niegan a hacer justicia a los humildes. El padre y el hijo se acuestan con la misma mujer, profanando así mi santo nombre”
Así denunciaba Amós los males de su pueblo en la época de oro de la profecía hebrea. Su mensaje llega a nosotros a través del texto bíblico y con la ayuda de un estudioso del Antiguo Testamento cobra vigencia en una sociedad que, como la israelita del siglo VIII a.C., está caracterizada por la inmoralidad sexual, la opulencia, el abuso de poder y la explotación del pobre.
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