Con una voz categórica y determinada, MacDonald hace un llamado a los hombres a velar, estar firmes en la fe, esforzarse y hacer todo con amor. No es a ser bravucones. Es un llamado a combinar ternura y firmeza, a ser humildes, a seguir a Jesús. Es un llamado a ser líderes, hombres de Dios, esposos que están presentes, que se preocupan y que sean fuertes. Es un diálogo franco -sin darle vueltas al asunto- invitando a los hombres a la redención y restauración de su hombría.
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