Así comienza la narrativa extraordinaria de la jornada de un hombre que está aprendiendo a escuchar la voz de Dios. Los detalles son íntimos y personales. La invitación es para todos nosotros. ¿Qué tal si pudiéramos escuchar a Dios... a menudo? ¿Qué diferencia marcaría?
Tenemos mucho que revisar a diario. Un montón de cosas que ordenar en el transcurso de una semana o un mes. ¿Estoy en el lugar correcto? ¿Tengo las relaciones apropiadas? ¿Cómo voy a conseguir suficiente dinero para hacer las cosas que quiero? ¿Y qué acerca del amor, es esta la persona indicada? ¿Durará la relación? ¿Qué está causando todos esos temores que continúo reprimiendo? ¿Por qué no puedo vencer esos hábitos que cada vez más parecen ser adicciones? ¿Estoy en la iglesia correcta? ¿Debo siquiera ir a la iglesia? ¿Qué está haciendo Dios en mi vida?
Todo el día estamos tomando decisiones. Todo ello se acumula y llega a formar una enorme cantidad de decisiones en el transcurso de toda una vida. ¿Cómo sabemos qué hacer?
Tenemos dos opciones:
Podemos caminar con dificultad por nuestra propia cuenta, tratando lo mejor posible de resolverlo todo.
O, podemos caminar con Dios. O sea, aprender a escuchar su voz. De verdad. Podemos vivir la vida con Dios. Él se ofrece a hablar con nosotros y a guiarnos. Todos los días. Es una oferta increíble. Aceptar ese ofrecimiento es participar en una aventura llena de gozo y riesgo, transformación y progreso. Y con más claridad de la que nos pudiéramos imaginar.
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