La vida cristiana es un proceso de crecimiento en santidad, nuestra respuesta natural a las buenas nuevas de nuestra redención en Cristo. Este tipo de crecimiento es gradual y los obstáculos son abundantes. Afortunadamente, no tenemos que hacerlo solos. Dios nos ha dado su Espíritu para que podamos vencer la tentación y ser cada vez más conformados a la imagen de Cristo. Pero, ¿cómo actúa el Espíritu? ¿Cuál es la naturaleza de nuestra propia participación personal en el proceso? ¿Y cómo sabemos si estamos progresando?
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