Por Cristianismo práctico, Ryle no quería decir “una religión que funciona” para cualquiera que la practique, sino una religión que permite funcionar a quienes la profesan: no para salvarse sino por ser salvos. Esa religión, para él, era solamente el cristianismo, y estaba convencido de que no hay “un sistema religioso de enseñanza, con cualquier nombre, que produzca en la naturaleza humana la cuarta parte del efecto que produce el antiguo y despreciado sistema doctrinal comúnmente llamado evangélico”. Cristianismo práctico trata de “los deberes, peligros, experiencias y privilegios de todos los que profesan ser verdaderos cristianos”. Es un libro que arroja luz sobre todo lo que cada creyente debe ser, hacer y esperar.
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