Un brillante análisis del concepto de discipulado cristiano, en donde el Dr. Navarrete, argumenta con éxito que, para entender el discipulado, uno debe ponerse de acuerdo con la naturaleza intrínseca del tema. Más que una tibia dedicación al kerigma, el verdadero discipulado abarca las demandas radicales de Jesús. Estas exigencias implican un divorcio de todo lo que podemos considerar querido, a fin de seguir a Cristo.
En la historia rabínica, la idea del discipulado estuvo en manos de la diada de enseñanza rabino/discípulo que apuntaba la Torá. Pero el Dr. Navarrete sostiene que, aunque Jesús toma la estructura básica del judaísmo, de la díada rabino/ discípulo, su marco conceptual para el discipulado es diferente. Jesús no dirige a sus discípulos a la Tora, sino que los dirige a Él mismo, como el objeto y la autoridad centrífuga del discipulado y como la raison d’etre de sus demandas radicales.
El libro está bien organizado y posee una buena dosis de investigación, llevando al lector pensativamente a la conclusión de que las demandas del discipulado son radicales. El libro del Dr. Navarrete es a la vez teórico, equilibrado y un tanto practico cuando aplica el discipulado radical a un medio latino.
La pasión del Dr. Navarrete por el tema se desvanece en un vivo estilo latino, evangélico y pentecostal, enmarcado por un gozo hispánico en las Escrituras; estas son la inspiración última y primaria para sus aserciones.
Sus afirmaciones se desarrollan desde el punto de vista de sus propias particularidades culturales. El alcance y la amplitud de su erudito análisis contienen un compromiso riguroso que conversa con las fuentes literarias judías, las inter- testamentarias y los modelos de discipulado neo-testamentarios. Este trabajo de fondo, resulta útil para concluir que el discipulado es de hecho radical, no pasivo. También apunta a direcciones futuras en el estudio del discipulado radical.
Es emocionante pensar en el impacto de la resurrección y los "cuarenta días después", y cómo estos eventos pudieron haber impactado la radicalidad de un compromiso con Jesús. Como galileos, los discípulos ya estaban preparados a un nivel cultural, religioso y político para un Mesías-Maestro; además, uno resucitado. Otra dirección para la reflexión futura es que el discípulo latino radical se enfrenta con el reto de enlazarse de manera más asertiva en combatir la injusticia social.
La Iglesia latina, en particular la iglesia evangélica pentecostal, ha sido considerada estereotípicamente como introvertida, aislada de las urgencias cívicas y metas sociales. Puede ser que la iglesia latina en todo el mundo deba poner más énfasis sobre temas de justicia social, aunque se ven rasgos esperanzadores de compromiso. Sin embargo, Navarrete une estos dos temas radicales en uno solo: que se luche por la justicia y que se salven las almas. Ambas demandas son radicales y ambas son esenciales para el discipulado radical en el mundo latino.
Finalmente, el Dr. Navarrete nos recuerda algo importante pero poco común en nuestra fácil cultura cristiana: debemos dejar todo para seguir a Jesús; de otra manera no es posible ser Su discípulo.
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