"Todos somos obras maestras defectuosas", dice Derek Tidball.
De una u otra manera, y en un grado u otro, la imagen de Dios conforme a la que fuimos creados se ha distorsionado y corrompido. La santidad tiene que ver con la restauración de esa imagen. En su naturaleza más íntima, Dios es santo, y ser plena y realmente humano supone conformarse a esa santidad y reflejarla en nuestras vidas.
La inquietud por alcanzar la santidad ha sido esencial para el movimiento evangélico desde sus comienzos y la manera en que los cristianos evangélicos han entendido este objetivo dista mucho de haber sido uniforme. En este volumen de gran alcance, Tidball expone pasajes bíblicos clave dejando que hablen por sí solos, en lugar de adoptar una perspectiva sistemática. Su objetivo último es ver cómo las vidas de los miembros del pueblo de Dios se van transformando cada vez más en conformidad con su carácter.
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