Vivimos en un mundo en donde lo normal es cancelar, ignorar e insultar a otros. Vas a experimentar desprecio regularmente, y en algunos casos experimentarás la injusticia real. ¿Cómo puedes evitar que todo esto te convierta en un fantasma controlado por el pasado?
Debes perdonar y perdonar bien.
Perdonar es primero nombrar la falta con veracidad como algo equivocado y que merece un castigo, en vez de simplemente excusarla.
Segundo, es identificarse con el perpetrador como pecador, en vez de pensar que es muy diferente a ti. Es desear su bien.
Tercero, es liberar al perpetrador de la obligación al asumir la deuda uno mismo, en vez de buscar venganza y devolver la ofensa.
Finalmente, es buscar la reconciliación en vez de romper la relación para siempre.
Si omites cualquiera de estas cuatro acciones, no se trata de un perdón real.
Experimentar el perdón divino trae una sanación profunda, que se fundamenta en ver por fe el costoso sacrificio de Jesús por nuestro perdón. Esto nos recuerda que somos pecadores y que necesitamos misericordia com todos los demás, pero al mismo tiempo llena la copa de nuestro corazón con su amor y afirmación. Así es posible que perdonemos al perpetrador y luego vayamos a hablar con él, buscando justicia y reconciliación si es posible.
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