Hay algo en la persona de Jesús que nos atrae y fascina, como si imcomprensiblemente en Él estuviera la clave de la vida misma. ¿Cómo entender si no, después de tantos siglos, el interés de tantos por el enigma de Jesús?
Los libros, las películas y canciones sobre Jesús llenan la cultura popular, de forma que cada generación crea con su Nombre un personaje, como si en él estuviera, no sólo la respuesta a un enigma por descubrir, sino la realidad misma de quiénes somos nosotros. Eso es tal vez lo que explica la sensación de atracción y rechazo que sentimos por el verdadero Jesús, el Jesús de la historia. Cuando leemos los Evangelios, que siguen siendo, al fin y al cabo, el testimonio más antiguo que tenemos sobre Él, hay algo en ellos que nos choca y resulta profundamente ofensivo.
Es como si pensáramos que Jesús debió ser alguien maravilloso pero, cuando leemos realmente sus palabras, descubrimos algo que francamente no esperábamos.
Las vidas de Jesús - que tantos autores han escrito a lo largo de los siglos - nos hablan, por lo tanto, más de ellos mismos que de Jesús. Son reflejo de una época, los sueños e inquietudes de ciertas personas, pero los Evangelios tenemos que reconocer que son muy diferentes. Jesús nos muestra en ellos no sólo quién es Dios, sino algo acerca de nosotros mismos, que preferimos ocultar.
Tal vez por eso algunos no podemos resistirnos a seguir leyendo sus palabras, teniendo incluso el deseo de vivir a la luz de ellas. Si algo pretende este libro es finalmente eso, acercarnos a esa gran pregunta que todos tenemos que hacernos en algún momento de nuestra vida: ¿Quién es Jesús?
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