La oración es un puro don, un gran regalo de Dios. Así la entiende también Lewis.
Con su habitual brillantez, el autor se sirve de la correspondencia que mantiene con otro intelectual, para aportar luz sobre cuestiones como: ¿Qué valor tiene la oración?, ¿es la oración un soliloquio que nadie escucha?, ¿tiene sentido rezar por los difuntos? o ¿por qué es importante la liturgia?
En sus argumentos, Lewis muestra una vigorosa convicción y, a la vez, una gran sensibilidad y comprensión para las debilidades y los miedos del ser humano.
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