Esta obra es en realidad una introducción al GÉNESIS, visto desde una perspectiva histórica, global y Cristo-céntrica. Contiene 2 de las 6 grandes historias que Moisés relata a lo largo de su primer libro, donde en medio de ellas surgen múltiples acontecimientos, muchos de ellos curiosos, cargados de ingenio y con sentido del humor.
El GÉNESIS, primer libro de la Biblia, es un libro tan excepcional como singular. En realidad, el título del libro en el original hebreo es "Be-reshith", que corresponden a las primeras palabras de la "Torá" y del propio libro, que significan «En (el) principio». Pero no sólo es el principio de la Biblia y de la "Torá", sino que marca el principio para todo: Es el principio de la creación, el principio de la humanidad, relata la primera caída del hombre y sus consecuencias, el principio de los oficios, de la construcción de las primeras ciudades, de la sociedad organizada que hoy llamamos ‘urbanita’, del mayor cataclismo de la historia de nuestro planeta, el origen de las lenguas y las naciones, del origen de la migración de personas y animales a todos los continentes; del origen de la total corrupción del género humano, pero también del principio del plan de la Redención y de la Gracia por parte de Dios.
Moisés, su autor material, inspirado por el Espíritu Santo, utiliza un estilo literario épico y glorioso que le caracteriza en todos sus escritos, el Pentateuco. Es riguroso por su exactitud y concreto por definición. En los relatos de las 6 historias, siempre es Dios quien da el primer paso en su relación con el hombre, mientras que la respuesta del hombre hacia su Dios, es con frecuencia temerosa, llena dudas y poco fiable.
El Propósito del libro: Este libro es fruto de las meditaciones diarias de un sencillo devocional que solemos pasar a un grupo de personas de nuestra comunidad cristiana, al que tenemos el privilegio de liderar con la ayuda del Señor. Tiene un estilo desenfadado al que ya nos hemos acostumbrado, sin ninguna pretensión más que la de recibir juntos la guía del Espíritu tan necesaria en nuestro caminar diario.
El deseo del autor no es otro que el mismo que animó al evangelista Juan cuando escribió que Jesús había hecho muchas otras señales y milagros de forma pública, de las cuales solo había dejado constancia de algunas de ellas en su Evangelio, «Pero estas se escribieron para que vosotros continuéis creyendo que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, al creer en Él, tengáis vida por el poder de su nombre» (Juan 20:31).
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