La obra redentora de Jesucristo estaría incompleta sin su resurrección y sus apariciones posteriores a los discípulos. Solamente así se explica por qué el apóstol Juan, cuando vio la tumba vacía de su Maestro, "vio y creyó" (Juan 20;8). Creo que no sólo ha de haber visto los lienzos y el sudario debidamente ordenados. Los ojos de Juan vieron más allá de esa mortaja santa; los umbrales de la misma eternidad; la muerte derrotada y al pecado vencido. Vieron, con una nueva visión celestial, lo que más tarde describiría el libro de Apocalipsis: "Vi un cielo y una tierra nueva".
Hasta antes de la resurrección de Cristo, Juan no había creído con la misma fe como creyó en el momento de entrar a la tumba. Debe haberse quedado boquiabierto... Nosotros también, al igual que Juan, debemos ser verdaderos creyentes inspirados en la hermosa realidad de la resurrección de Jesucristo.
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