Los retos, el aislamiento y las demandas implacables del liderazgo pueden inspirar una variedad de temores en el corazón del líder; entre ellos el temor al fracaso, los motines, las críticas y las personas que los desilusionan. Sin embargo, el temor más grande que los líderes enfrentan no es a algo que pudiera sucederles a ellos, sino a algo que pudiera suceder en ellos: una degeneración del corazón que les priva de su llamamiento y deja en su lugar una profunda insatisfacción del alma. John Ortberg describe este terror amenazador a través de los términos misión y misión sombra. Una misión es el propósito más alto al que Dios nos llama; una misión sombra es una misión auténtica que se ha descarrilado, a menudo de maneras imperceptibles. Ortberg escribe: «Parte de lo que hace tan tentadora la misión sombra es que por lo general se relaciona muy íntimamente con nuestros talentos y pasiones. No es un desvío de ciento ochenta grados; es apenas un desvío de diez grados, pero esos diez grados están en dirección al infierno.» Todo líder tiene una misión y una misión sombra. Incluso Jesús tuvo que batallar con una misión sombra: ser líder sin sufrir, ser el Mesías sin la cruz. Ortberg escribe: «Si no abrazamos nuestra misión verdadera, ejerceremos nuestra misión sombra. Dejaremos que nuestras vidas giren alrededor de cosas que son indignas, egoístas y oscuras». Usando personajes del asombroso relato de Ester que figura en el Antiguo Testamento, Ortberg demuestra las consecuencias desastrosas de sucumbir a la misión sombra y las maravillosas recompensas de una consagración de todo corazón a la misión. Con su humor y nociones características, el autor nos invita a seguir el ejemplo de Ester y escoger con valentía abrazar la visión que Dios nos da. Como Ester, podemos liderar sin temor —incluso en circunstancias amenazadoras— porque sabemos que Dios está obrando de maneras invisibles, desconocidas e improbables.
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