Todos somos Jacob, tenemos una increi´ble mezcla de espiritualidad y carnalidad. Deseamos la bendicio´n de Dios, pero no queremos renunciar a nuestro pecado para tenerla. Hacemos nuestra voluntad y pedimos que Dios la bendiga. La historia de su vida es la historia de la nuestra, de co´mo Dios busca al pecador y lo convierte en santo. La historia de Jacob es la nuestra. Necesitamos un encuentro personal con Dios: su toque, su quebrantamiento, la confesio´n de nuestro viejo nombre, es decir, de lo que somos en la carne, y el perdo´n de Dios por la muerte de Cristo, nuestro substituto.
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