Había oscurecido por completo. Solo se veían los dos pequeños fanales situados en las popas de la Pinta y la Niña. Cristóbal se dio cuenta de que aquellas dos llamas parecían tener un efecto tranquilizador sobre la tripulación y tuvo que admitir que también a él lo calmaban. Contemplar su resplandor le recordaba que la Santa María no estaba sola en aquel vasto océano sin cartografiar. Las tres embarcaciones navegarían juntas hacia lo desconocido.
Optimista y decidido, tras obtener finalmente el apoyo de los reyes de España, Cristóbal Colón navegó con tres barcos desde Europa hacia el oeste, convencido de que lograría establecer una nueva ruta hacia las Indias y entrar en contacto con la civilización del gran Kan, un país donde abundaba el oro.
Tras cuatro arriesgadas expediciones durante las cuales exploró el Caribe y desembarcó en el continente sudamericano, Colón murió sin que se le reconocieran sus méritos y sin saber que había llegado a lo que pronto se conocería como el Nuevo Mundo. Aunque él mismo nunca llegó a comprender la magnitud de sus descubrimientos, sus viajes a través del océano no tardarían en ser considerados como una de esas pocas hazaña (1451-1506).
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