John Stott dijo una vez:
"No podemos echar la culpa a la carne de que se pudra. El pudrirse está en su naturaleza. Pero sí que se puede culpar a la sal por no estar ahí cumpliendo su cometido".
La auténtica cuestión será entonces: ¿es la propia iglesia la que está poniendo barreras al evangelio?
¿Cómo es que un 50 por ciento de los creyentes afirman no haber oído nunca un sermón sobre la ética en el trabajo? Y, de ser eso verdad, ¿cómo es que no lo han solicitado en su iglesia?
La raíz del problema está en una idea equivocada respecto a Dios. El antídoto es una comprensión renovada del verdadero carácter y propósitos de Dios en Cristo, y la constancia en la aplicación
de esa comprensión a todas las áreas de la vida cristiana.
0
0 opiniones