"Cipriano Salcedo, uno de los personajes de Miguel Delibes en su novela El Hereje, escribe: “De momento le encarezco que no sufra por mí. Cumplir lo que estimamos nuestro deber ya encierra en sí mismo una recompensa”. Estas palabras sirven para entender la culminación de una emocionante aventura vivida a lo largo de esta trilogía, en la que veremos la satisfacción de unos jóvenes que sólo se sienten recompensados ante el deber cumplido. Sin embargo, estas páginas dejan más deberes terminados, dado que Miguel Ángel Gómez, no podía dejarnos con la miel en los labios hasta tejer todos los hilos que comenzó a hilvanar en su primera novela, El Enigma de la Lápida, y que forman un perfecto tapiz con en este último manuscrito.
El pueblo manchego de Lillo, Qumrán, y ahora Alemania, Madrid y El Escorial son enclaves muy diferentes, pero que guardan secretos entrelazados. El mayor misterio se va a desvelar, y para descifrarlo era necesario que Daniel, Jonatan y Laura madurasen en cada página. Su amistad, cariño y pericia ha crecido, pero su valor, naturalidad y sentido del humor no han cambiado. Estos personajes se han hecho tan reconocibles y queridos para nosotros que casi sabemos qué van a hacer o decir, a medida que la intriga crece hasta su desenlace final.
En cuanto al autor, la confianza que teníamos desde la primera novela en que nos haría disfrutar hasta el final, no se ha visto defraudada. Sobre todo, quería destacar que no sólo ha dado vida literaria a unos personajes, sino que nos ha presentado también a aquel que consumó de forma perfecta su obra en una cruz una sola vez y para siempre. Jesucristo, y no sólo las personas que les rodean, ha moldeado al escritor, a los protagonistas del relato, y puede hacer lo mismo con todos. Espero que estas páginas, sean un motivo para que muchos lectores descubran a aquel que da vida eterna, y que presentará a sus hijos delante del Padre con alegría al haber cumplido con su misión (Judas 24)."
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