Los cisnes no guardan silencio.
Cuando Agustín entregó el liderazgo de su Iglesia en el año 426, su sucesor estaba tan abrumado por lo inadecuado que se sentía, que declaró: El cisne guarda silencio, temiendo que la voz de aquel gigante espiritual se perdiera para la historia. Sin embargo, durante mil seiscientos años, Agustín no ha guardado silencio, como tampoco lo han guardado los hombres que fueron fieles heraldos de la causa de Cristo después de él. Sus vidas han inspirado a todas las generaciones de creyentes, y nos deben impulsar a nosotros asentir una pasión mayor hacia Dios.
Bunyan.
Cowper.
Brainerd.
Leemos sus historias y nos preguntamos cómo pudieron soportarlo todo. ¿Cómo se sobrevive a doce años en una húmeda y malsana celda de la prisión? ¿Cómo se sobrevive mes tras mes a una depresión que debilita tanto, que la muerte parece la única esperanza? ¿Cómo se soporta la tuberculosis? ¿O el cáncer o el vacío interior o la muerte o la soledad o el divorcio?
Cualquiera que sea la prueba, ¿cómo se le soporta sin que el alma se marchite y se la lleve el viento?
En las vidas de John Bunyan, William Cowper y David Brainerd encontramos la fortaleza del alma que no solo soporta las dificultades, sino que honra a Dios en medio de ellas. El Dador y Sustentador de la vida los capacitó para adorar en medio de todo sus sufrimientos. Esa la razón de que su aflicción diera tanto fruto. La historia de sus sufrimientos, de su perseverancia y de su pasión puede inspirar en su vida la misma hambre por la supremacía de Dios.
John Piper lo invita a leer sus historias, meditar en sus vidas y sentirse animado al saber que nunca hay un esfuerzo ni sufrimiento en la senda de la obediencia cristiana que sea en vano. Hasta la inclemente colina del Gólgota era una clavera con un gesto de aflicción en su rostro, pero detrás de una providencia que frunce el ceño. El esconde un rostro sonriente.
De la misma forma que el sufrimiento de Bunyan, Cowper y Brainerd produjo la adoración y al humildad que es esencial en la vida cristiana, también nosotros podemos buscar en Dios grandes privilegios procedentes de nuestros propios sufrimientos. T también nosotros podemos recordar: Aunque el botón tenga un sabor amargo, la flor será dulce.
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