Hay dos recodos fundamentales en el camino de la vida: el paso de la infancia a la edad adulta y el paso de la edad adulta a la vejez. La jubilación puede convertirse en una meta deseable o en un fantasma aterrador; todo depende de nuestra habilidad y capacidad para envejecer con estilo.
Paul Tournier afirma que la vida siempre merece vivirse y sus últimas etapas pueden ser las mejores si sabemos cómo llevarlas. Expone las múltiples posibilidades de la edad madura y la falacia del "ya no me queda nada que hacer". Afirma que la vejez no tan sólo merece un rol en nuestra sociedad, sino que, además, está en perfectas condiciones de desempeñarlo. Y, en ello, la fe juega un papel primordial.
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