En la vida de cada uno de nosotros se produce una combinación de privilegios y privaciones de proporciones variables, imposibles de cuantificar. Las privaciones terminan en catástrofe si no se cuenta con una buena dosis de amor. Pero gozar de muchos privilegios sin experimentar privaciones supone un retroceso.
El sufrimiento en sí nunca es beneficioso y por lo tanto tenemos que luchar contra él. Pero lo verdaderamente importante es la forma en la que una persona reacciona ante el sufrimiento. Ahí es donde se pone a prueba realmente a la persona: cuál es mi actitud personal ante la vida con sus cambios y oportunidades. Imaginemos a un hombre que está enfermo o que está atravesando una tragedia: ¿qué va a hacer con el duro golpe que acaba de recibir? ¿Cuál va a ser su reacción personal? ¿Será una respuesta activa, positiva, creativa, que le hará crecer como persona, o será quizá una negativa que termine atrofiándolo? Como se ve en el caso de los huérfanos, unos acabarán jugando un papel importante en la historia, mientras que otros fracasarán irremisiblemente. Recibir la ayuda necesaria en el momento adecuado puede cambiar el curso de toda una vida.
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